Susana Elisa Lanús Berruti

Susana Elisa Lanús Berrutti

LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
Susana Elisa Lanús Berrutti era una mujer luchadora y entregada a su familia. Con estos cariñosos apelativos se refirió ayer a ella su hijo mayor, Alberto, que no pudo evitar una sonrisa al recordar que «ella fue quien inventó los polvitos uruguayos, el postre más imitado en la ciudad». El alma dulce del restaurante El Novillo Precoz de la calle Portugal falleció ayer, un año después que su querido compañero de vida y de fatigas, Alberto Antonio de los Santos Martínez. Un día, a mediados de los ochenta del pasado siglo, decidieron venir de su Uruguay natal para ayudar a sus hijos en su negocio de restauración y, desde ese momento, se convirtieron en un talismán infalible.

Susana Elisa nació en el seno de lo que antaño se hubiera denominado como una buena familia. No se puede revelar el año en el que vino al mundo, porque ella, «muy coqueta», nunca lo confesó, ni siquiera a sus hijos, que se han enterado ahora de su verdadera edad. «Mi abuelo tenía periódicos y empresas allí en Uruguay», explicó Alberto, que ayer se emocionaba al hablar de su madre. «No estudió, porque su padre quiso prepararla para el matrimonio y para formar una familia, que era la costumbre de la época, por eso la envió a estudiar cocina y otras habilidades de la casa». Quizá allí fue donde comenzó a desarrollar una sensibilidad especial para la cocina, sobre todo, para la repostería.

Se casó con Alberto Antonio de los Santos cuando ya llevaban unos años de novios. Luego, hasta que él falleció el pasado noviembre, estuvieron juntos 61 años. «Nos cuidaba por encima de todo. Recuerdo que una vez estuvo un año sin salir de casa, porque mi padre enfermó y después lo hicimos mis hermanos y yo. No se despegó de nosotros hasta que estuvimos todos bien», rememoraba ayer Alberto, que fue el primero de la familia en aterrizar en Las Palmas de Gran Canaria con su hermano Guzmán.

El milagro

«Ellos vinieron de vacaciones y aproveché para decirles que se quedaran, que los necesitábamos para dar caché al restaurante, y así fue», explica Alberto. En ese contexto se produjo el milagro, el alumbramiento de un postre que aquellos que lo prueban no pueden olvidar. «Le dije ‘mamá, ¿por qué no me haces un postre para el restaurante, algo original?». Ella no recordaba bien la receta, pero se puso manos a la obra, el resultado, los polvitos uruguayos. «Cuando lo probé no pude parar, me comí toda la bandeja», reconoce Alberto, que agradece a los duendes de la cocina que su madre no tuviera muy claros los ingredientes originales, «porque salió algo inesperado y delicioso».

Lo cierto es que llegó un momento en el que Susana Elisa llegó a tomar cierta manía a su creación, porque «pasaba horas y horas metida en la cocina. Era una cocinera excelente».

El restaurante ha marchado bien. Aquella apuesta salió adelante con el esfuerzo de toda la familia. «Ellos eran una parte fundamental, porque les encantaba charlar con los clientes y eso le daba un aire distinto al negocio», señala Alberto, al que aún se le nota un deje uruguayo en el eco de las palabras. Sus hijos querían, además, que siguiesen en activo, que tuvieran una responsabilidad para mantenerles jóvenes de espíritu.

Alberto supo que algo iba mal el 20 de agosto, comenzó a complicarse la salud de su madre. Un problema de corazón, luego una neumonía. Se fue apagando. «Yo creo que se quedó muy triste con la muerte de mi padre y eso ha ido minándola». Será enterrada hoy en San Lázaro a las 16.30 horas. Descanse en paz.

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